En la vida hay un momento para
cada cosa, lo cual no quiere decir que si dejamos pasar ese momento determinado, no podamos recuperarlo en otro
momento…., de eso trata la vida, de momentos, ráfagas, instantes, aludes, cada
cual utilizará la denominación que más se ajuste a la sensación o la emoción
que nos haya proporcionado ese lapso de tiempo indeterminado, ese momento, ese
instante, esa ráfaga, ese alud…..
También en la vida hay personas
para cada cosa o para cada momento o para cada circunstancia, o para siempre….,
está la familia, esa que nos viene dada y que, por regla general, es para toda
la vida, están las amistades que se van fraguando en nuestro recorrido por la
vida, en la guardería, en el colegio, en el instituto, en la universidad, en la
oficina, en el taller, en la mili (bueno, eso antes, ahora ya no),…..
En la vida de cada persona, está
toda esa gente que…. viene y va
Con toda esa gente, a veces, se
fragua una amistad…., algunas de esas amistades se prolongan en el tiempo y nos
acompañan siempre, aunque cambie la frecuencia, la cercanía o la afinidad que
hubo cuando surgió la amistad, otras en cambio, por la razón que sea, se
diluyen y mueren, tal vez para dejar hueco a otras amistades que están
por llegar.
No todas las amistades son iguales, sencillamente, porque ninguna persona es igual a otra y porque los vínculos que se establecen y las circunstancias que concurren, son siempre diferentes.
La amistad no tiene tiempo, ni
lugar, ni condición, ni premeditación, es intemporal, apátrida, incondicional y
espontánea y sobre todo, es única y distinta con cada una de las personas a las
que podemos llamar “amiga o amigo”, aunque todas esas personas tienen una cosa
en común: tenemos la certeza de que ahí están, por mucho tiempo que haya pasado
desde nuestro último encuentro, nuestra última comida, nuestra última
conversación o nuestro último correo electrónico…., si necesitamos acudir a esa
persona, la encontraremos y si necesitamos hablar, nos escuchará, si
necesitamos amparo, nos prestará un sofá y una manta, si necesitamos consuelo,
nos acogerá entre sus brazos y nos abrazará tan fuerte que sentiremos que somos
la persona más afortunada del planeta y si necesitamos que nos digan la verdad,
aunque ésta no sea agradable, seguro que nos la dirá, porque la verdadera
amistad no necesita disfrazarse con adulaciones ni falsedades, la verdadera
amistad es genuina, sincera y leal.
Con el resto de la gente con la
cual nos relacionamos sin que llegue a consolidarse una amistad, también podemos
sentirnos a gusto, podemos reír, podemos llorar y hasta podemos intercambiar una
confidencia o un abrazo….
Y...., está esa otra gente que viene a nuestro encuentro y sin necesidad de quedarse,
sin compromiso, sin apenas conocernos, comparte con nosotros una ráfaga o un instante maravilloso,
nos regala un momento o un alud inolvidable y luego, se va…..
Carmen Rocamora
(contadora de historias)
22 de abril de 2012
No hay comentarios:
Publicar un comentario